Nunca se supo

De pronto y sin aviso la economía se detuvo. Lo impensable había sucedido, salvo lo básico o esencial como hospitales, transporte de alimentos o energía, todo lo demás paró. Nunca se supo cómo se llegó a esto, las noticias fueron llegando a cuenta gotas, pero al parecer fue un acuerdo entre los dueños de las corporaciones más grandes del planeta. Se decía que, por la muerte del hijo de uno de ellos, pero no quedaba claro el motivo, porque niños han muerto siempre y por muchas razones: guerras, hambre, genocidios, contaminación, explotación laboral o sexual, violencia doméstica…, entonces todos se preguntaba qué tenía de especial este niño.

Pocos días después alguien filtró la historia y empezó a circular por las redes sociales. El niño en cuestión era el hijo único de una de las parejas empresariales más poderosas del mundo con inversiones en todos sectores de la economía. Nunca se supo por qué se enfermó, pero los médicos que lo atendieron tenían tres hipótesis. La primera, que fue algo del agua que se le metió al cuerpo después de nadar en un lago que está dentro de la enorme propiedad de su familia, sobre todo porque otros niños también se enfermaron después de meterse a ese mismo lago, aunque ninguno de ellos falleció; decían que tal vez algún contaminante de una gigantesca granja porcícola se filtró por el subsuelo, aunque está a varios kilómetros de distancia. La segunda, que fue algo en el aire porque al otro lado de la montaña que limita la propiedad se encuentra un parque industrial muy grande con infinidad de chimeneas que dan salida a la atmósfera a toneladas de gases de diferentes colores y olores, hubo unos días en particular que el cielo se coloreó de un rosa que hacía ver unos atardeceres espectaculares. La tercera, que fue la picadura de algún insecto desconocido, un tipo de araña quizá, porque hubo una infestación de bichos raros nunca antes vistos más allá de los establos justo después de que talaran lo último que quedaba de un bosque al otro lado del enorme rancho.

El niño luchó por su vida dos semanas, los médicos hicieron todo lo que pudieron o sabían y sus padres gastaron todo lo que el dinero podía comprar. Al final ya no pudo más y murió. No hubo autopsia, lo cremaron y enterraron en el cementerio familiar, sin mucha gente porque seguían las restricciones por la pandemia. Su mamá y su papá lo lloraron tratando de encontrarle sentido a lo que había sucedido. Los médicos no ayudaban mucho porque sus respuestas eran difusas y generaban más incertidumbre, querían de verdad despejar sus dudas, pero simplemente no podían porque no sabían y ahora menos que no había cuerpo que estudiar, aunque entendieron el miedo de la familia a más restricciones sanitarias si se descubría algo nuevo y perturbador en el cuerpo del niño. Esos días en la casa todo se detuvo, se oían los sollozos y lamentos de los padres y la tristeza se adueñó de cada rincón y persona que habitaba esa enorme mansión. Tres semanas después del entierro ambos salieron de su habitación, bien arreglados y con esa mirada en sus caras, una de esas decididas que te hacen hacerte a un lado. Se fueron juntos en el mismo coche, sin chofer ni escolta y sólo dijeron que no los esperaran porque se iban a quedar en la casa de la ciudad.

En sus oficinas corporativas reunieron al equipo directivo, hubo llamadas, reclamos, discusiones, gritos, insultos y es que todas las empresas que rodeaban su propiedad eran de amigos suyos o de ellos mismos. Estaban muy enojados y buscaban culpables, pero pronto se dieron cuenta de que ellos también eran responsables. No sabían qué querían, pero al final de ese día el borrador del acuerdo ya estaba listo. En los días siguientes afinaron los detalles y con mucho sigilo les avisaron a sus respectivos gobiernos sobre todo para coordinar las actividades esenciales pero la decisión ya estaba tomada, iban a parar la economía. Nunca fue su intención provocar y liderar un paro mundial, sólo sabían y sentían que la muerte de su pequeño no podía ser en vano, que tenía que servir de algo y que si era necesario detener el mundo lo harían. Resulta que eran de los pocos seres humanos en el planeta que tenían el poder de hacerlo y lo hicieron.

Cuando se cumplió un mes del fallecimiento el mundo amaneció con la noticia y hubo todo tipo de reacciones. ¿Todo esto por un niño? A muchos les enfurecía que ahora sí tomaban medidas drásticas, claro, ahora que si les afectaba directamente. Pero está bien otros decían, como sea ya entendieron, se pusieron de acuerdo y pararon esta locura. Las pérdidas económicas se empezaron a contabilizar de inmediato y escandalizaban a los CEO de todo el mundo, a pesar de los beneficios ecológicos que ya habíamos visto al inicio de la pandemia, decían los ambientalistas. En la conferencia de prensa los padres del niño aceptaron parte de la culpa, en sus rostros podías suponer una mezcla de vergüenza, miedo, coraje y tristeza. Explicaron que todos los niños fueron y son importantes, pero vivirlo en carne propia les provocó una sacudida brutal que ellos llevaron al más alto nivel de las corporaciones de todo el mundo. ¿Y ahora qué sigue?, les preguntaban. No sabemos, respondieron, pero lo primero era apagar esta maquinaria desenfrenada porque no tiene sentido mantenerla si está matando niños…, si mató al nuestro. Silencio. Al final nunca se supo qué lo enfermó y todos pudieron verlos simplemente como una pareja sumida en la tristeza y la culpa por la muerte de su hijo.

Cuando iban saliendo del salón alguien comentó en voz baja los increíbles motivos por los que alguien se hace ambientalista. Es una farsa, dijo otra, ya descubriremos cómo les beneficia esto a todos ellos, seguramente su hijo está escondido en algún lugar. Cállate, le contestaron, ten más respeto. Otro murmuró, el calentamiento global no existe y no es cierto que seamos tantos seres humanos en el planeta, ni que nos pudieran contar a todos, además, la culpa no es de la gente sino de las grandes corporaciones que arrasan con todo. ¿Qué más da?, si al final todos vamos en el mismo barco, le reviraron. Seguramente lo están haciendo para despedir a todos sus empleados y ahorrarse todo ese dinero. Eso no es cierto, dijo la reportera más veterana de todos, ya lo revisé y le siguen pagando a todos mientras deciden qué hacer, además yo si les creo y siento pena por ellos. La empatía de una madre y abuela decía. Veía con esperanza este paro, pero no sabía si iba a dar tiempo para revertir tanto daño. Su eterno optimismo de reportera y activista ecológica, le decía que sí, aunque sabía que tal vez no. Ya se verá, decía, por el momento este es un primer paso y como están las cosas…, qué triste que la muerte de este niño sea la inspiración de todo esto, pero ya nos habíamos tardado, tantas otras vidas perdidas, miles de especies extinguidas, millones de hectáreas de bosques y selvas arrasadas. Nunca es tarde dijo. Eso espero, pensó.


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Este escrito forma parte de una historia que se está creando sobre la marcha, los demás escritos los puedes leer en los siguientes vínculos si quieres entender mejor la trama completa:

01 / “Nunca se supo”

02 / “Dos para llevar”

03 / “La luna no existe”

04 / “El bien común”

05 / “¿Lista para el Covid-25?”

06 / "Que regresen los árboles"